domingo, 11 de enero de 2015

El ladrón. Cap 1. III [Historias con Limón]



Hubo un destello de luz dorada, que parecía provenir directamente de los ojos de la bruja. De alguna manera, el ladrón se las arregló para saltar fuera de su trayectoria, aunque una persona normal jamás habría podido escapar del lanzamiento de un conjuro.


El ladrón –con la toalla manteniéndose de forma milagrosa sobre sus caderas-, rodó por la habitación hacia las ventanas, pero antes de poder alcanzarlas éstas se cerraron con estrépito delante de él. Consiguió hacer un quiebro en el último momento y saltar a una de las vigas del techo, esquivando otro siniestro soplo de aire asociado a un conjuro.
—¡De acuerdo, de acuerdo, hagamos un trato!
—¡¿Un trato?! ¡Haré tratos contigo cuando se congele el infierno!
—Bueno, bueno, tampoco exageres, encanto. —Pero mientras hablaba tuvo que agacharse para evitar una descarga que dejó renegrida la pared tras él. — De acuerdo, si me escuchas un momento…
—¡Cuando seas una jodida rata!
El siguiente encantamiento pasó zumbando junto al oído del ladrón, rebotó contra la pared y fue a estrellarse contra el suelo. Hubiera habido o no algo ahí anteriormente, del punto de impacto salió corriendo aterrorizada una rata gris.
—¡Te ayudaré! Escucha, ¡nunca la encontrarás sin mí!
Se parapetó tras un gran armario al fondo de la habitación, pero en los segundos que siguieron nada se movió. La bruja no había dado un solo paso desde que entró en la estancia, pero ahora se movió ligeramente para poder mirar al ladrón. Tenía los ojos dorados –no de color miel, ni ámbar, sino de un dorado intenso- y lanzaban chispas alrededor de su rostro.
—Te juro que te ayudaré a encontrarla. Oye, yo no sabía que era tan importante, me… obligaron a hacerlo. Jamás osaría cabrear a una bruja. —Y, por si acaso, cruzó los dedos y rezó un par de veces para haber dicho las palabras correctas.
—¿A quién se la vendiste?
—No lo sé. —Sabía que no era una buena respuesta, porque las chispas de sus ojos iniciaron una danza frenética.— ¡No lo sé, en serio! Pero puedo localizarle. Fue una compra cerrada, pero aún tengo mis recursos.
—Tus recursos. Ya. Pues espero que tus recursos sean eficaces, si no quieres pasar el resto de tu vida en las alcantarillas.
—Muy eficaces, lo juro. Antes de que te des cuenta estaremos riéndonos juntos de éste momento.
—Recuperarás mi bola.
—Sí, sí.
—¡Júralo!
—¡Está bien! Juro que te ayudaré a recuperar tu bola de cristal.
En ese instante exacto, supo que había cometido un error terrible. No se podía mentir a una bruja. Oh, bueno, sí se podía, si uno estaba dispuesto a sufrir las consecuencias. En este caso, las consecuencias se aferraron a su interior como un chasquido, y por puro instinto se revolvió y saltó fuera de su escondite, pero no había nada acechando. La bruja tenía una sonrisa triunfal pintada en el rostro, una sonrisa que le daba un aire misterioso y un poco temible.
Y por ese juramento, yo te ato a mí, en este instante y hasta su cumplimiento. —Su voz sonaba extraña, como si viniera directa a sus pensamientos sin pasar por los oídos.
Toda la sala se tensó un instante, un momento apenas perceptible de vacío que se disolvió en la nada antes de que el ladrón pudiera captar algo en él. Se sentía incómodo, pero una vez pasado el momento pudo incorporarse, sacudiéndose la toalla llena de polvo –y preguntándose cómo habría conseguido mantenerla en su lugar-.
—Bueno, me alegro de que estemos de acuerdo. —Sonrió, pensando ya en cómo iba a quitársela de encima, pero decidido a tener un poco de paciencia antes de eso. Nunca se podía estar seguro de no pisar en falso cuando se trataba con brujas. —Empecemos de nuevo, mademoiselle... —Le tendió la mano, todo él ojos sinceros y una sonrisa encantadora.
—Nana. —Respondió ella, pero en vez de tomar su mano le miró con fijeza hasta que él bajó la suya.
—Nana. —Repitió él, con una sonrisa.— Enchantée. Yo soy…
—Un ladrón.
—Sí, efectivamente. Pero todo el mundo me llama Chess.
—¿Chess? —Arqueó las cejas, incrédula.
—Sí. De Cheshire. Ya sabes, Alicia en el País de las Maravillas.
—Ya. Porque te pareces mucho a un gato, sin duda.
—Oh, no. Es por la sonrisa. —Y, con un gesto de pícaro perfeccionado durante años, le guiñó un ojo y sonrió.— Ya sabes, lo último que ves antes de que desaparezca.

Blue

4 comentarios:

  1. Muy buena, me gusta mucho esta historia y el personaje masculino es interasante :)

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Muchísimas gracias por comentar, y me alegro mucho de que te guste, tanto la historia como el peculiar Chess ^^

      Saludos!

      Eliminar
  2. ¡Hola guapísima!
    Ains estoy enganchadísima, sigue así cielo :)
    Hoy si que me he enterado a tiempo de la historia jijijiji. Se lo diré a mi compi, Freyja, para que lo lea también :D
    Besos ♥
    ~Yvaine

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola! Muchas gracias, de verdad ^^ Resulta bastante difícil atreverse a publicar historias originales, y si no fuera por vosotras creo que al final me podría la vergüenza, pero es que con estos comentarios es imposible. Me alegro mucho de que os esté gustado ^^

      Saludos!

      Eliminar

pinterest

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...